Crear conciencia por TikTok

A través de las redes sociales, la somalí Shamsa Araweelo se convirtió en una de las voces más poderosas en contra de la mutilación genital femenina.

notion image
Shamsa habla. Cuenta. Da detalles.
Shamsa sufre, llora y lo comparte.
Shamsa se ríe. Quiere ser. Se anima a ensayar una coreografía.
Pero le duele.
Shamsa va y viene. Se muestra así, tal cual, sin dobleces, despojada. Es ella y solo ella frente a la cámara, relatando el horror, compartiendo un trauma intransferible, educando de la manera más gráfica posible. Y también baila, en un frenético TikTok que viraliza sus gestos, sus ojos, su voz de fuego. Shamsa Araweelo es un alarido poderoso, y para eso no hay guión ni música prefabricada. Es pura vena. Y puro coraje.
“Soy una sobreviviente”, se define Shamsa. De la mutilación genital femenina, de un matrimonio forzado, de la violencia… y de tres intentos de suicidio, se podría agregar, para hacer más específica la definición. Nacida en Somalía hace 31 años, su vida ha experimentado un vuelco dramático. Para bien, claro que sí. “Mi humor y sarcasmo son mis verdaderos superpoderes… Gracias a ellos, pude sobrellevar todo esto”, afirma Shamsa, con plena certeza. Hoy es una de las más carismáticas e influyentes activistas en contra de la mutilación genital femenina, una práctica brutal que destruye las vidas de las mujeres y que en Somalía –el país más oriental de África– tiene una prevalencia del 98%. Cada 11 segundos, una niña o adolescente está siendo mutilada en algún lugar del mundo. Es uno de los rostros más acabados de la crueldad y la ignorancia. Y a pesar de los esfuerzos de mujeres valientes que, como Shamsa, la combaten día a día, sigue vigente. “Me siento muy mal por las chicas que no tienen voz, que están atrapadas”, dice Shamsa, asumiendo ese rol de líder que supo ganarse. La BBC la incluyó en su listado de las 100 mujeres notables de 2023. Quizás jamás lo imaginó. Pero allí está, batallando a pura sonrisa, creando conciencia y contagiando su innegable coraje.
Cada 11 segundos, una niña o adolescente está siendo mutilada en algún lugar del mundo.
Se hizo conocida a través de las redes sociales. TikTok, principalmente, la popularísima plataforma de videos cortos, donde Shamsa encontró un refugio para contar su historia. En diciembre de 2023, cuando los medios empezaron a notar este particular fenómeno, ya sumaba más de 70 millones de vistas. Echó mano al humor, al sarcasmo –ella lo dijo–, pero no sólo eso. Shamsa supo abrirse, llorar, pedir ayuda. Y contar, quizás como pocas personas lo hicieron, cómo sobrevivió a la experiencia más traumática de su vida. Fue gráfica y didáctica. Usó modelos. Hojas de afeitar. Tijeras. “Sólo relatarlo, no basta”, entendió. Bien por Shamsa.
A los 6 años, fue mutilada en la casa de su abuela materna. “Me dijeron que debía estar contenta, porque estaba dando un gran paso para convertirme en una verdadera mujer. ¿Por qué tenía que convertirme en una mujer, si era una niña? No tenía sentido para mí”, recordó Shamsa en diversas intervenciones públicas. En el Africa subsahariana, la mutilación genital es una práctica recurrente, anclada en la más perversa “lógica”. Las mujeres serán cortadas. Cosidas. Denigradas. Sangrarán. Muchas morirán. Somalía lidera el ranking de la barbarie. Shamsa, al nacer, ya estaba condenada.
notion image
“Imposible no recordar todo en detalle… Me llevaron a la casa de mi abuela junto a mis dos primas, de edad similar a la mía. Éramos niñas… Siempre es lo mismo: te sientan en una silla o en el piso y te sostienen entre todas, tres o cuatro personas, para dejarte inmóvil aunque una haga toda la fuerza por liberarse. Te toman de los brazos, del torso, y te abren las piernas. Una mujer lleva adelante el procedimiento, sin ningún tipo de anestesia, absolutamente nada. Para peor, primero tuve que presenciar lo que le hicieron a mi primita. Sus gritos, la desesperación, la sangre que empezó a brotar de su cuerpo… Quise salir corriendo pero me lo impidieron. No hay escape, es imposible… Después me tocó a mí. Me sentaron y me sostuvieron, y empezaron a cortarme. Después de tanto resistirme, entré en shock, ya no pude hacer nada más. Es un dolor que no puede ponerse en palabras… Uno cree que son cosas que sólo pueden suceder en pesadillas, en películas de terror, pero es la realidad que atraviesan tantas niñas y adolescentes en el mundo… Cuando terminan de cortarte con esa hoja de afeitar (el clítoris, los labios), te cosen la vagina. ¿Alguien lo puede imaginar? Muchas se mueren desangradas… Yo no sé cómo hice para sobrellevarlo”.
El testimonio de Shamsa, similar al de tantas sobrevivientes que se animaron a compartir su dolor, no deja de impresionar. Y es apenas el comienzo de un camino tenebroso, al que luego se le sumará un matrimonio forzado (otra práctica habitual en Somalía), violencia doméstica (tanto emocional como física) y tantas heridas psicológicas como uno sea capaz de imaginarse. “Lo peor es que te lavan el cerebro, te dicen que eso es lo correcto, no lo cuestionás”, agrega. “Todas las víctimas de mutilación tenemos un terrible problema de inseguridad, el sentimiento de que sos menos que una mujer, que sos deforme, anormal…”.
Al año siguiente, su familia se fue a vivir a Londres. Y Shamsa vivió una infancia y una adolescencia llenas de miedo, dolor e inseguridades. Recibió educación sexual en la escuela a los 11 años y, por primera vez, entendió el horror al que la habían sometido. “Cuando tuve mi primer período, casi me muero debido a las atrocidades que hicieron en mi cuerpo”, contó.
notion image
Cuando volvió de visita a Somalía, a sus 18 años, su vida se hizo aún peor. Allí la obligaron a casarse con un desconocido, un hombre que la maltrató diariamente y del que eventualmente logró escapar. Shamsa pudo retornar a Londres, se casó, se divorció, tuvo una hija (hoy de 9 años, “lo más importante que me pasó en la vida”)… Y encauzó, a través de las redes sociales, su deseo de contar. De compartir el dolor. De ayudar a crear conciencia. No tuvo reparos en ofrecer un detallado resumen de aquella mutilación infantil. Fue crudamente didáctica. Y se convirtió en un faro para muchísimas víctimas de mutilación genital femenina, que sumaron sus vivencias y se animaron a más. “Empezaron a contactarme, a contarme sus propias historias… Y allí supe que podía someterme a una cirugía reconstructiva de mis genitales. Nadie me lo había dicho jamás”.
En diciembre de 2023, Shamsa venció sus temores (“no quería operarme, ser cortada de nuevo”) y le practicaron una cirugía reconstructiva en Alemania. “Ese intenso dolor con el que tuve que convivir toda mi vida ya desapareció”, contó. “Tener una hija me hizo entender que yo debía sanar. Quería ser aceptada, amada”.
notion image
En eso anda Shamsa.
Sanando y ayudando a sanar a otras mujeres.
Utilizando las redes sociales para llegar a millones y embarcada en varios proyectos para crear conciencia sobre la mutilación genital.
Contando, todas las veces que sea necesario, aquella experiencia atroz. Aprendiendo a ser líder.
Buscando nuevas pistas para ser feliz.